Sin desarrollo no hay mercado

O de cómo milei vende espejitos de colores

En el debate político y económico actual, pocas cosas son tan urgentes como poner el desarrollo en el centro de la discusión. Porque sin desarrollo, simplemente, no hay mercado. Sin un enfoque estratégico que mire más allá de los grandes centros urbanos, las posibilidades de expansión económica y de inclusión real se diluyen en discursos vacíos.

¿Quién llega al interior del interior?

Es una pregunta incómoda, pero crucial. En los pequeños pueblos y parajes del «interior del interior», ¿qué sostiene a las personas? ¿Es el mercado, como nos prometen desde el dogma del libre mercado? No. Lo que sostiene a esas comunidades son lazos sociales, políticas sociales y un Estado presente que, con todos sus defectos, intenta garantizar lo básico: salud, educación, infraestructura y asistencia.

Cuando el mercado no ve negocio en extender su red hacia esas regiones, son las políticas de desarrollo las que deben ocupar ese vacío. Pero hoy, bajo el gobierno de Javier Milei, vemos cómo estas políticas han sido arrasadas de la agenda pública. Con su obsesión por una desregulación casi fundamentalista, Milei ignora que no basta con liberar al mercado; es necesario crear las condiciones para que este llegue a donde hoy no puede ni quiere llegar.

Desarrollo no es crecimiento económico

Este punto debe quedar claro: no hay que confundir desarrollo con crecimiento económico. Una economía puede crecer mientras se profundizan las desigualdades regionales y sociales. El desarrollo, en cambio, implica un enfoque integral: es garantizar acceso a servicios, infraestructuras y oportunidades en todas las regiones del país, no solo en las más rentables para el capital privado.

Mientras el crecimiento económico puede medirse en cifras y gráficos, el desarrollo se mide en calidad de vida. Es asegurarse de que un niño en un paraje rural tenga las mismas oportunidades que uno en una gran ciudad. Es garantizar que las economías regionales florezcan y que nadie quede atrás por el simple hecho de nacer lejos de los grandes centros urbanos.

Javier Milei y la ausencia del desarrollo

El gobierno de Javier Milei representa la ausencia total de políticas de desarrollo. Su modelo parece olvidar que las grandes naciones no se construyeron dejando librado todo al mercado, sino con una visión estratégica que incluyó inversiones públicas masivas en infraestructura, educación y ciencia.

¿Qué plan tiene este gobierno para los pueblos que no tienen acceso a internet, a caminos transitables o a servicios básicos? ¿Qué les dice a las familias que dependen de la producción agrícola a pequeña escala y que no pueden competir en condiciones desiguales con los grandes jugadores del mercado? La respuesta es clara: no les dice nada, porque ni siquiera los considera.

Desarrollo regional y local: la clave del progreso

El desarrollo regional y local es mucho más que una política pública; es un acto de justicia. Es reconocer que un país no puede avanzar si no lleva a todas sus regiones consigo. Es potenciar las capacidades locales, invertir en infraestructura que conecte a las comunidades más aisladas y fortalecer las redes de producción y consumo a nivel regional.

Aquí es donde el trabajo de un consultor político se vuelve fundamental. Desde el diseño de políticas de desarrollo hasta la articulación entre distintos niveles de gobierno y actores sociales, los consultores políticos tienen el conocimiento y las herramientas para impulsar estrategias que cierren las brechas territoriales y sociales.

La AUH como política de contención

En medio de la creciente pobreza y exclusión social, el gobierno no ha encontrado más respuestas que expandir programas como la Asignación Universal por Hijo (AUH). Aunque la AUH es una herramienta valiosa para aliviar situaciones extremas, su expansión bajo el contexto actual evidencia un uso meramente de contención social. En lugar de atacar las raíces del empobrecimiento —la falta de desarrollo—, se utiliza la AUH como un parche para mitigar el descontento y evitar el colapso social.

El problema no radica en la AUH como concepto, sino en su instrumentalización. Sin políticas de desarrollo que generen empleo, infraestructura y oportunidades reales en todo el país, la AUH se convierte en una red que solo evita la caída, pero no permite avanzar. ¿De qué sirve la transferencia directa de ingresos si quienes la reciben no tienen acceso a servicios básicos o posibilidades de crecimiento económico en sus comunidades?

Conclusión

Sin desarrollo no hay mercado, pero más importante aún, sin desarrollo no hay país. No podemos resignarnos a un modelo que solo beneficia a unos pocos mientras deja a millones en el abandono. Es momento de exigir políticas que pongan el desarrollo en el centro de la agenda, porque sólo así construiremos una Argentina más justa, integrada y con futuro.


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