Lo que estamos viendo en las encuestas de marzo es una fotografía compleja, pero reveladora, del clima político argentino. La figura de Javier Milei muestra un deterioro evidente en su imagen y en la aprobación de su gestión. Sin embargo, lo notable es que esto no se traduce, al menos todavía, en una ruptura definitiva con su base electoral. En ese contraste entre desgaste y continuidad se juega buena parte de la estabilidad política actual, mucho más firme de lo que a simple vista podría parecer.
Según la última Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés, el 52% desaprueba la gestión del gobierno nacional, mientras que el 45% todavía la aprueba. Si ampliamos la mirada, el 61% de los argentinos se declara insatisfecho con la marcha del país, y apenas un 36% dice sentirse conforme. En términos de opinión pública, Milei arranca su segundo año de mandato con señales claras de desgaste. A esto se suma lo que registra Zuban Córdoba: una tendencia sostenida a la baja en su imagen, aunque, y esto es importante, aún no puede hablarse de una caída en seco. No se ha desplomado. No se ha roto el piso de su legitimidad. A diferencia de gobiernos anteriores, el suyo se mantiene de pie sobre una base que, si bien se achica, no ha desaparecido.
Hay polarización, sí, pero también una asimetría: del lado oficialista hay dos bloques que actúan de manera más o menos coordinada (el núcleo duro y los que lo votaron como mal menor), mientras que del otro lado, la oposición está fragmentada y sin liderazgo claro. De hecho, entre quienes respondieron la encuesta de UDESA, un 15% no sabe quién es el líder opositor y otro 23% dice que directamente no hay ninguno. Juntos, esos números superan al 33% que todavía identifica a Cristina Fernández como figura central.
Ahora bien, ¿por qué esta caída en imagen y satisfacción no implica un quiebre inmediato del contrato con sus votantes? La respuesta está en la inflación. La promesa de Milei fue clara y directa: bajar la inflación. Y si bien los salarios siguen en picada y el malestar social se expande, lo cierto es que, por primera vez en mucho tiempo, la inflación dejó de estar en el podio de las preocupaciones ciudadanas. Según UDESA, solo un 15% la menciona como el principal problema del país. La inseguridad ocupa hoy el primer lugar, con un 40%; le siguen la pobreza (32%), los bajos salarios (29%), la política, la corrupción, el desempleo y la justicia. Es decir, la inflación fue desplazada, y eso, en la percepción social, puede leerse como un éxito parcial del gobierno.
Esto no quiere decir que el contexto económico sea bueno. De hecho, los indicadores de pobreza e indigencia muestran lo contrario. Pero en términos simbólicos, Milei logra sostener parte de su capital político gracias a esa mejora relativa. La inflación ya no ordena la agenda como antes, y eso permite que su narrativa anti-casta, anti-política tradicional y pro-ajuste siga siendo válida para un segmento importante.
Ese segmento tiene nombres y apellidos sociales. Ocho de cada diez personas que votaron a Milei en 2023 siguen aprobando su gestión. Y no están solos: el 76% de los votantes de Bullrich también lo respaldan. Es una base ideológicamente nítida: en la derecha, la aprobación supera el 80%; en la izquierda, apenas llega al 6%. Hay un sesgo generacional y de clase. Entre los mayores de 60 años, Milei tiene un 53% de aprobación (esos votantes de Bullrich que migraron a él). En los sectores ABC1, llega al 51%. Y en el núcleo duro aparecen con fuerza los varones jóvenes menores de 30, que lo aprueban en mayor proporción que las mujeres. El voto a Milei es más una identidad emocional que un cálculo racional.
Pero incluso dentro de esa base se ven tensiones. Por ejemplo, el 49% de los argentinos prefiere un Estado más grande, y solo el 27% se inclina por uno más chico. Entre los propios votantes de Milei, uno de cada cinco quiere un Estado amplio. Y entre los de Bullrich, casi la mitad. Hay un clivaje que se activa frente a ciertas políticas: cuando el gobierno recorta obra pública, desfinancia la educación o propone arancelar universidades, aparecen resistencias incluso entre sus votantes.
⚖️ Contradicciones internas: el tamaño del Estado y las políticas públicas
El discurso libertario choca con las expectativas reales de parte de sus propios votantes.
- El 49% de los argentinos prefiere un Estado más grande que provea más servicios.
- Solo el 27% elige uno más chico.
- Entre los propios votantes de Milei, el 22% apoya un Estado grande.
- Entre votantes de Bullrich, casi la mitad (49%) también prefiere más Estado.
El mismo informe de UDESA muestra que el 82% cree que debería aumentarse el presupuesto en seguridad social y jubilaciones; el 81% pide más fondos para salud pública; el 75% para educación. También hay mayorías claras a favor de financiar ciencia, universidades y obra pública. Solo el 8% cree que hay que aumentar subsidios a empresas, y el 50% pide directamente recortarlos. Hay una demanda social que desborda el marco libertario. Y esa tensión es estructural: no se trata de una simple queja, sino de una disonancia entre lo que el gobierno ofrece discursivamente y lo que la sociedad reclama.
💸 Presupuesto y prioridades
Según UDESA, la mayoría de los argentinos pide más fondos para políticas públicas esenciales:
- 82% quiere más fondos para jubilaciones y seguridad social.
- 81% para salud pública.
- 75% para educación pública.
- 57% para ciencia y tecnología.
- 55% para universidades.
- 57% para obra pública.
- Solo el 8% pide aumentar subsidios a empresas, y el 50% quiere recortarlos.
Esto se refuerza cuando miramos la opinión sobre la designación de jueces por decreto. El 53,6% de la ciudadanía está en contra de ese mecanismo. Apenas el 31,7% lo apoya. Para muchos votantes que llegaron a Milei desde el espacio de Bullrich o incluso de Juntos por el Cambio, esto representa una línea roja. Hay una parte del electorado que no está dispuesta a resignar el equilibrio institucional a cambio de la eficiencia o el orden.
En el interior, el espejo cordobés muestra una dinámica similar. Martín Llaryora tiene una imagen positiva del 34,9% y una negativa del 61,9%. La aprobación de su gestión se mantiene relativamente alta (61,3%), pero el escándalo de los “ñoquis” en la Legislatura golpea fuerte. Afecta el corazón del relato del peronismo cordobés: el gobierno empresarial, eficiente y transparente. El desgaste podría acelerarse.
Por último, el Índice de Confianza en el Gobierno que elabora la Universidad Di Tella se ubicó en marzo en 2,42 puntos sobre 5. Cayó por cuarto mes consecutivo, pero aún está por encima del nivel que tenía Macri en 2017 y muy por encima del de Alberto Fernández en 2021. Un gobierno con problemas, sí, pero no en caída libre.
Milei está pagando los costos de su programa: ajuste, errores institucionales, falta de resultados concretos. Pero su piso de apoyo se mantiene porque el contrato antiinflacionario, aunque tensionado, todavía no se ha roto. El gran desafío del oficialismo es ampliar su legitimidad sin traicionar a su base. Y el de la oposición es dejar de ofrecer solo indignación. De acá a junio, el clima social será determinante. Porque lo que está en juego no es solo el futuro del gobierno libertario, sino el tipo de contrato social que la Argentina quiere renovar, o romper.


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