#FastFood Policies: la velocidad de la destrucción y el desafío analítico de las “No Políticas”*

*Prompteado con IA

En la era de la inmediatez, todo lo que va rápido gana titulares. Pero en política pública, la velocidad no siempre es sinónimo de eficacia: muchas veces es el disfraz técnico de la destrucción. Las únicas políticas que pueden avanzar con rapidez —sin planificación, sin evidencia, sin coordinación interinstitucional— son las que desmantelan. Desregulan, retraen, desfinancian. En su núcleo, no construyen capacidad estatal ni social, sino que reducen la acción pública al vacío.
A ese tipo de intervenciones las podemos llamar “No Políticas”.

1. ¿Qué es una “No Política”?

Una No Política es una intervención deliberada del poder que simula ausencia de acción, pero que en realidad produce efectos profundos al eliminar instituciones, programas o regulaciones. Es el “dejar hacer” neoliberal reempaquetado como eficiencia moderna.
Su lógica es simple: sustituir la política por el mercado, el debate por el algoritmo, la planificación por la urgencia.

Las No Políticas no necesitan tiempo ni diseño: basta con derogar, recortar, flexibilizar. Su aparente neutralidad —“simplificar”, “reducir el gasto”, “quitar trabas”— las convierte en medidas “rápidas”, #FastFood Policies para una ciudadanía agotada que busca soluciones instantáneas.

2. El problema de la velocidad: destruir es más fácil que construir

En términos analíticos, toda política pública es una estructura compleja: requiere diagnóstico, objetivos, instrumentos, coordinación interjurisdiccional, monitoreo y evaluación.
Desarmarla, en cambio, solo requiere una firma o un decreto. Esa asimetría temporal explica por qué la destrucción se percibe como eficiencia, y la construcción como burocracia. Pero detrás de esa ilusión hay un desplazamiento epistemológico: el conocimiento técnico se reemplaza por el gesto político.

El resultado es un vaciamiento del Estado como productor de conocimiento social. Los ministerios dejan de formular políticas, los datos se interrumpen, los equipos técnicos se desmantelan. Lo que se destruye no es solo la capacidad de hacer, sino la capacidad de saber.

3. Cómo se analiza una “No Política”

Analizar una No Política implica invertir la mirada del policy analysis tradicional. Si el análisis de políticas se enfoca en la formulación, implementación y evaluación de acciones públicas, el estudio de las No Políticas parte del rastreo de sus omisiones.
No se trata de lo que el Estado hace, sino de lo que deja de hacer y de las consecuencias estructurales de esa inacción.

Algunos indicadores para su análisis:

  • Actores desplazados: quién pierde capacidad de decisión o recursos.
  • Instituciones vaciadas: programas cerrados, oficinas desfinanciadas, funciones fusionadas.
  • Narrativas justificatorias: discursos de eficiencia, libertad o meritocracia.
  • Impactos distributivos: quién gana poder económico y quién pierde derechos.
  • Efectos de conocimiento: pérdida de estadísticas, redes de expertos, evidencia pública.

Desde la perspectiva analítica, estudiar una No Política requiere una epistemología de la ausencia: mapear vacíos, silencios, omisiones y sus efectos reales.

4. Una lucha desigual: conocimiento contra poder

Las No Políticas juegan en terreno favorable: su impacto es inmediato y visible (“bajamos el gasto”, “simplificamos trámites”), mientras sus consecuencias son difusas y retardadas.
En cambio, el análisis riguroso requiere tiempo, evidencia, articulación de actores y datos confiables. Es una lucha asimétrica entre la velocidad del relato y la lentitud del conocimiento.

Por eso, el campo del policy analysis no es solo técnico: es también político. Defender la racionalidad pública, la planificación y la evaluación es hoy una forma de resistencia democrática frente a la antipolítica y el decisionismo económico.

5. Por qué necesitamos analistas formados

Frente a las No Políticas, no basta con indignarse: hace falta comprender y demostrar sus efectos.
Un analista de políticas formado sabe leer los intersticios de la acción estatal: dónde se recorta, qué instrumentos se eliminan, qué capacidades se pierden, y cómo eso afecta la gobernabilidad y la equidad.
Su tarea no es solo describir, sino reconstruir la racionalidad del interés público, poniendo evidencia allí donde el discurso solo ofrece slogans.


Conclusión: reconstruir el tiempo de la política

Las #FastFood Policies triunfan en el corto plazo porque prometen satisfacción inmediata. Pero el verdadero desarrollo —el que amplía derechos y capacidades— requiere tiempo, conocimiento y Estado.
Analizar, diseñar y sostener políticas públicas no es un lujo académico: es una forma de defender la inteligencia colectiva frente a la simplificación destructiva.

La tarea del analista de políticas del siglo XXI no es seguir el ritmo del mercado, sino reconstruir el tiempo de la política.